Las labores de la seguridad hacia el paciente deben estar orientadas no solo a disminuir los errores médicos sino a lograr una mayor aceptación de la tecnología en el cuerpo clínico y proveerlo continuamente de ésta.
Los entornos de alta complejidad médica donde se encuentran presentes las unidades de cuidado intensivo (UCI) son los escenarios primordiales en los cuales esto se debería dar.
En las últimas cinco décadas, las instituciones médicas u hospitalarias han aumentado en el mundo. Según estadísticas, existen más de 17 mil centros médicos, ubicados en su mayoría en Europa (40 %), Estados Unidos (32 %) y América Latina (8 %), y donde hay más de 14 mil UCI que se han ido desarrollando con la aparición de nuevas enfermedades y la necesidad específica de salas de recuperación para pacientes con problemas complejos, y de ayudar a los médicos a ocuparse mejor de la enfermedad y el trauma.
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Dada la gran población ávida de servicios de salud efectivos que tenemos en Latinoamérica, los hospitales se quedan cortos en unidades de emergencias y UCI. Asimismo, faltan especialistas intensivistas y la difusión de mayores conocimientos clínicos que permitan mejorar los procedimientos volviéndolos más rápidos y eficientes. El especial de Emergencias y UCI de la edición de Junio-Julio de El Hospital se centra así en tres cuestiones no solo de actualidad sino del día a día para el manejo de pacientes en estado crítico: la neuromonitorización multimodal, la electroencefalografía y la ventilación mecánica a través de la vía aérea.
Otros temas que también se relacionan con la seguridad del paciente son la elección de un implante seguro para osteotomías y la secuenciación como nueva era del diagnóstico preventivo, porque el bienestar del individuo comienza sobre todo con una alerta oportuna que le evite el surgimiento de enfermedades o complicaciones.
Según el estudio IBEAS, sobre prevalencia de efectos adversos en 35 hospitales de América Latina en Argentina, Colombia, Costa Rica, México y Perú, errores en la gestión, la comunicación, el diagnóstico y la administración del cuidado al paciente se han producido por actos como el olvido del suministro del medicamento, la mala comunicación entre el médico y la enfermera o simplemente el manejo inadecuado del paciente. La clave para prevenirlos es una mejor comunicación con el personal de planta (mientras el individuo está hospitalizado), pues favorece el juicio de la causalidad del efecto adverso y de su evitabilidad, aunado a la promoción de nuevas prácticas y tecnologías médicas.