Avances y perspectivas de la radioncología en América Latina

Avances y perspectivas de la radioncología en América Latina

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Máquinas más potentes y capaces de colimar mejor, profesionales más especializados y mejor preparados, pacientes más informados y mejoras en los servicios son los principales avances de la radioncología en los últimos sesenta y cinco años. Para profundizar en el tema, El Hospital entrevistó al doctor Luis Pinillos Ashton, una autoridad en la materia en América Latina.

El profesor Pinillos es médico egresado de la Universidad Cayetano Heredia de Perú, realizó residencia de cirugía general y oncológica en el Instituto de Enfermedades Neoplásicas (INEN), y de radioterapia en el Christie Hospital & Holt Radium Institute. Es Fellow del Royal College of Radiology, autor de numerosas publicaciones, ha recibido múltiples distinciones y condecoraciones, fue presidente de la Asociación Latinoamericana de Terapia Radiante Oncológica (ALATRO) y de la Coalición Multisectorial de Perú contra el cáncer, además de Ministro de Salud de Perú, entre otras posiciones.

En 65 años el cambio de la radioncología ha sido inmenso, no solo desde el punto de vista de las nuevas moléculas que se han encontrado, sino también en la parte terapéutica directa sobre el paciente. ¿Qué sería lo más relevante de este cambio?
Efectivamente, ha habido un enorme cambio tecnológico y un gran incremento en el conocimiento de la historia natural de la enfermedad y los mecanismos de interacción entre los distintos agentes para el tratamiento del cáncer, entre ellos las radiaciones. Hemos pasado de equipos de kilovoltaje a megavoltaje para la generación de las radiaciones, es decir, que se ha incrementado muchas veces la fuerza de la radiación que se utiliza.

Hoy no solamente se emplean los rayos X o los gamma, de isótopos como el cobalto, sino también electrones, protones y neutrones con distintas energías. Usando algunas características físicas de las radiaciones corpusculares se puede introducir el rayo a una profundidad determinada, y con una tecnología apropiada movilizar la radiación, para lograr un efecto localizado sobre el tumor.

Por otro lado, los avances en la imagenología hoy permiten obtener imágenes tridimensionales, realizar tratamientos conformados, seguir el tumor durante los movimientos respiratorios e intestinales naturales del organismo. Con estas nuevas imágenes en vivo fue sorprendente ver que la próstata, supuestamente un órgano fijo, es uno de los que más se moviliza, y de ahí la importancia de contar con ellas para el tratamiento del cáncer de la glándula.

¿De qué manera han incidido estos avances en la atención a pacientes?
Los avances alcanzan extremos importantes, pero a su vez han incrementado los costos y la inequidad en la oferta de servicios. Mientras hay servicios que pueden ofrecer radioterapia guiada por imágenes y conformada, con la utilización de multihojas y radioterapia estereotáctica tridimensional, otros no disponen de equipos de radioterapia, ni aun primitivos.

Incluso, dentro de los países es posible encontrar regiones o áreas que tienen equipamiento, muchas veces de punta, y otras sin un servicio de radioterapia. Esto llevó a que la ALATRO adelantara una investigación, que mostró que se necesitan más de mil equipos de megavoltaje en América Latina. Esos equipos deben llegar acompañados con sistemas de imágenes y de planeamiento y, por supuesto, con capacitación de personal, otro de los problemas que existen en la región: los radioncólogos son insuficientes en número, pero los físicos lo son aún más.

Entonces, por un lado, hay un desarrollo tecnológico que lleva a precisiones milimétricas en la radioterapia y la posibilidad de incrementar en 20% o más la dosis terapéutica, y por otro, distintas regiones en América Latina no tienen ningún tipo de servicio de radioterapia.

¿Cómo podemos explicar que en algunos países se sigan usando las cámaras de cobalto?
La mitad del equipamiento de radioterapia en el mundo es de cobalto; los de última tecnología permiten alta precisión en el tratamiento. En América Latina hay mayoría, son simples, los cuales son altamente eficientes para el manejo del cáncer avanzado, la principal problemática en la región.

Para el manejo de las metástasis o del cáncer avanzado, terapéuticamente no hay diferencias significativas entre el acelerador lineal y el cobalto. Los costos son cuatro o cinco veces mayores cuando se usa la radioterapia con aceleradores lineales. En muchas regiones el acelerador lineal es más un problema que una solución, puesto que requiere mantenimiento permanente y repuestos que deben cambiarse con frecuencia, y no se encuentran en lugares alejados o aislados, donde solo hay un equipo.

En esas condiciones, el cobalto funciona como los autos Volkswagen antiguos, que eran lo más simple del mundo, pero muy eficientes. Con cobalto se pueden hacer tratamientos paliativos y curativos eficientes, y no hay que mirarlos como el patito feo, pues siguen siendo para América Latina quizás una de las prioridades. Por ejemplo, en el Plan Nacional para Prevención y Control del Cáncer de Perú se ha previsto equipar tres centros grandes en la costa (norte, centro y sur) con aceleradores lineales, y en la selva y la sierra, tres centros con cobalto. Es más, en el INEN, donde trabajo y es el instituto más sofisticado del país en cuanto equipamiento con aceleradores modernos y demás, acabamos de comprar dos cobaltos, puesto que son eficientes para el manejo de los miles de pacientes que se atienden, quienes en 80% tienen cáncer avanzado.

En la radioncología existían inicialmente cámaras con kilovoltaje, que irradiaban áreas muy grandes; también se utilizan las semillas; ¿qué nos puede decir al respecto?
El megavoltaje permite mayor dosis en profundidad, mejor colimación, además de menos radiación dispersa, mayor precisión y, por tanto, menor daño a los tejidos vecinos. En la época del kilovoltaje, para tratar un tumor interno se utilizaban varias puertas de entrada, se partía de una dosis alta en la piel y la irradiación integral era grande.

La braquiterapia fue una de las primeras técnicas utilizadas, particularmente para el tratamiento del cáncer de cuello uterino, donde se insertan cápsulas radioactivas de radio o cesio en la cavidad uterina y la vagina, y se dejan allí por un tiempo determinado. Más tarde se emplearon alambres de iridio, que se colocan en los tejidos blandos, y semillas con una baja tasa de dosis, al inicio de oro o de paladio, que se sembraban en los pequeños tumores superficiales en la vejiga. También con guía ecográfica se siembran las semillas, las cuales emiten radiaciones lentamente y se dejan allí para siempre. De esta manera se logra una buena distribución de la radiación y la destrucción del tumor de la próstata o del sitio donde estén alojadas.

A la utilización de las semillas se ha agregado la braquiterapia con altas tasas de dosis para tratar tumores de cuello y cuerpo uterino, próstata, esófago, pulmón, intramamarios, y otros. Algunos materiales radioactivos, como el iridio o cobalto, han sido llevados al tamaño de un grano de arroz y movilizados de una posición a otra con tecnología electrónica, para reemplazar las 50 u 80 semillas que se dejaban. El pequeño grano se pone en cada posición por segundos o minutos y se extrae, es decir, no queda ningún material extraño dentro del organismo.

Cada día se usan más combinaciones de las distintas técnicas. La utilización de quimioterapia con braquiterapia o teleterapia tiene como beneficio el disminuir la morbilidad de los pacientes e incrementar la posibilidad de curación.

¿Qué incidencia ha tenido la informática en el desarrollo de estos equipos y en la eficiencia del tratamiento?
Sin la informática no se podría pensar en estos tratamientos, en visualizar la imagen del tumor moviéndose con la respiración, o el movimiento intestinal seguido por el rayo.

No hace mucho, cuando empezó la especialidad, se calculaban las dosis usando una regla de cálculo, y las computadoras eran máquinas inmensas, de accesibilidad limitada; hoy no se podría pensar en radioterapia si no tuviéramos un sistema de planeamiento que permita, a través de la informática, hacer cálculos específicos de la dosis en distintos puntos del tumor y alrededor del mismo, en los órganos que hay que proteger, etc.

¿Este tipo de soluciones informáticas ha permitido reducir el tamaño de los equipos?
Efectivamente, los equipos son más pequeños y su operación es más sencilla, y la seguridad de los tratamientos es mayor. Los sistemas informáticos ayudan también a la administración de los servicios de radioterapia, puesto que permiten dar las citas y ofrecen otras facilidades para los pacientes.

¿La fusión de la radioterapia con las imágenes ha dependido de los cambios en la informática?
A eso me refiero cuando hablamos de tratamientos sofisticados conformados o guiados por imágenes, el traslado de la imagen volumétrica al sistema de planeamiento y de ahí al equipo, con las indicaciones para que en su operación se cubra exactamente el contorno del tumor.

Se usa la tomografía computarizada, pero la tomografía por emisión de positrones también desempeña un papel importante. ¿Qué podríamos decir?


Con las tecnologías existentes en este momento, podemos dar más dosis a ciertas partes del tumor y menos a otras; para saber qué parte del tumor necesita recibir más dosis, la tomografía por emisión de positrones (PET) suministra una imagen funcional, que permite visualizar la parte del tumor que esta todavía activa. Así, podemos modular la dosis dentro de un tumor, con el fin de que el lugar que más radiación necesite la reciba, minimizar los efectos secundarios y aumentar el control de la lesión.

Todas las imágenes, es decir, desde la primera tomografía a la fecha, cambiaron el concepto biplanar que se tenía de la radioterapia. Antes, de alguna manera, eran tratamientos anteroposteriores, posteroanteriores o eventualmente centrados en un punto de rotación o tres campos; hoy tenemos tratamientos con accesos no coplanares, que permiten una real conformación; el concepto de volumen reemplazó al de plano y permitió aumentar las dosis, mejorar el control y curar hoy más que antes.

¿En América Latina hay pioneros en el desarrollo de tecnologías radioncológicas?
Hay que reconocer que ha habido pioneros en América Latina, muchos profesionales, que no quisiera mencionar individualmente, han hecho de la radioterapia una especialidad de prestigio en la región. Inicialmente surgieron aislados en los distintos países. Hace muchos años se juntaron para compartir experiencias y crearon el Círculo Iberoamericano de Radioterapia (CRILA). Después se desarrolló el Grupo Latinoamericano de Curiterapia, el cual contribuyó a universalizar el idioma que se utilizaba en la especialidad, y al final estas dos sociedades se sumaron a lo que es la ALATRO, con los beneficios que tiene el compartir experiencias y distintas realidades del trabajo.

Hay muchos impulsadores en América Latina que son muy reconocidos en otras partes del mundo. Cabe mencionar que muchos especialistas latinoamericanos, desafortunado para nuestra región y afortunado para Estados Unidos y Europa, han emigrado y alcanzado posiciones de liderazgo en la radioterapia mundial. Son tantos los nombres que preferiría no ir nombrándolos, para evitar dejar de mencionar alguno, pero han sido presidentes de la Sociedad Americana de Radioterapia (ASTRO), líderes en las sociedades de braquiterapia americana, y profesores en otros continentes.

Es triste, pero con las capacidades de los médicos latinoamericanos, que normalmente están bien formados e incluso mejor que los norteamericanos, porque han tenido una experiencia clínica grande, encuentran un espacio para desarrollarse profesionalmente y los perdemos. Muchos de ellos colaboran con la especialidad en América Latina, son miembros de estas sociedades y vienen a todas nuestras reuniones científicas, para contarnos en español lo que se hace en los países desarrollados.

¿Cómo ha cambiado la seguridad en el manejo de los equipos de radioncología?
Cada día los equipos son más seguros, los procesos más ordenados y los centros han tendido a organizarse. Cuando empecé en la especialidad de radioterapia, en los años setenta, no era infrecuente que los operadores de equipos médicos fueran personas legas, a quienes se les enseñaba a operar un equipo. Hoy en América Latina más del 90% de los operadores de equipos médicos son profesionales o técnicos, con estudios no menores de tres años, lo que garantiza los procesos y la adecuada utilización de las radiaciones; se reportan cada vez menos accidentes, a pesar de que la práctica se ha incrementado en el mundo.

Los técnicos se integran a los médicos, y ahora se conforman equipos de radioncólogos con físicos médicos y tecnólogos o técnicos que han tenido capacitación universitaria o tecnológica de alto nivel.

¿Cuál es la importancia del físico médico en la radioterapia?
Hoy, cuando los tratamientos son sofisticados y de alta precisión, no se puede pensar en un servicio de radioterapia que no esté constituido por un radioncólogo y un físico médico. Sucede igual con la aplicación de la medicina nuclear en las distintas regiones de América Latina.

Los programas educativos para los físicos médicos dependen más de la oferta y la demanda que de otros aspectos. ¿Cómo es esto?
Es cierto. En América Latina los físicos médicos han tenido una formación variada: algunos han sido ingenieros que se han dedicado a la física, otros han sido físicos que trabajan en física médica, y recién, sin haber una coordinación de currículos en las distintas áreas de América Latina, se forman físicos médicos con algunas maestrías, en función de la oferta de trabajo existente y son insuficientes.

No hay un currículo estándar, aunque ahora, a través de la Sociedad para América Latina de Físicos Médicos y su capítulo de físicos médicos en la ALATRO, se están buscando consensos educativos, las capacidades mínimas para calificar los centros y dar una garantía de calidad de los servicios que se brindan.

¿En los últimos años hay diferencias en los profesionales que trabajan en las instituciones de salud que cuentan con esta especialidad?
En general hay una mejora significativa en la calidad de los médicos involucrados en el tratamiento con radiaciones. Ya no ocurre lo que sucedía hace 30 años, cuando un cirujano hacía una pasantía por radioterapia y empezaba a operar equipos de radioterapia. Hoy, en América Latina solamente los radioncólogos están siendo responsables de los servicios de radioterapia, aunque no hay un currículo común y no necesariamente el radioncólogo de Argentina es igual al de Perú, ni en este país el de Lima es igual al de Arequipa.

Las capacitaciones no están estrictamente reglamentadas. En la búsqueda de estrategias para mejorar la radioterapia en la región y asegurar la calidad, los colegios profesionales, en conjunto con asociaciones como la ALATRO, desempeñan un papel importante. En los últimos años han mejorado los conocimientos, las responsabilidades, el manejo de estos equipos y, por ende, los resultados obtenidos.

¿Cómo se da el trabajo multidisciplinario en el tratamiento del cáncer?
No hay cáncer que pueda o deba ser manejado por personas individuales, y el equipo de cáncer tiene subequipos. El equipo base debe estar conformado por un cirujano, un oncólogo médico y un radioncólogo, que junto con el patólogo y el radiólogo definen el futuro del paciente; es decir, hay un concepto multidisciplinario. Dentro de la radioncología, entre el radiólogo, el radioncólogo, el físico y el tecnólogo médico se realiza un trabajo estrecho, que permite que cada quien desarrolle su experticia y esta se traduzca en una mejor calidad de tratamiento al paciente.

¿Cómo ha sido la capacitación de los profesionales en radioncología durante estos 65 años?
La iniciativa de algunos médicos de hace 65 años, de incorporarse a la estrategia de tratamiento de cáncer con las radiaciones, fue espontánea -aprendieron al azar y al hacer las radiaciones- y se ha ido modificando para hoy ser, en los buenos centros, un programa de educación específico; a los radioncólogos se les brinda una formación integral, que incluye primero el conocimiento de las radiaciones, los efectos de la interacción de la radiación con la materia y los efectos biológicos derivados. A lo que se suma un conocimiento profundo de lo que es el cáncer, su historia natural y las estrategias de manejo. Hoy los radioncólogos bien formados, de los cuales hay muchos en América Latina, tienen una capacitación de muy buena calidad. A diferencia del inicio, que era aprender al hacer y al azar.

A diferencia de otros países, en América Latina el diagnóstico continúa siendo tardío, cuando el cáncer ya está en un estado avanzado. ¿Qué implica esto en el manejo de la enfermedad y en la gestión administrativa de las instituciones de salud?
Ese es uno de los grandes problemas en América Latina: el cáncer no se ha enfrentado de una manera orgánica por todos los países. En Perú se realizó un cálculo del costo de la enfermedad, y se encontró que cuesta 950 millones de dólares al año solo por años perdidos de vida saludable. Tan solo cuando presentamos esta cifra a las autoridades reaccionaron, a pesar de que antes sabían que el cáncer era la segunda causa de muerte, que se esperaban 40 mil casos nuevos o un poco más por año y que apenas se atendían 17 mil, es decir, uno de cada tres.

Nada impresionó más a las autoridades que saber que en nuestro país el costo solo por años de vida saludable perdidos debido al cáncer, sin considerar los gastos del tratamiento, era casi de mil millones de dólares por año. Entonces, empezaron a apoyar nuestro proyecto y nuestro plan nacional, los cuales han sido aprobados por el Ministerio de Salud para prevención y control del cáncer, e incluyen un proceso de educación para realizar el diagnóstico más temprano.

La educación necesariamente va aparejada con el acercamiento a la población con servicios, porque no ganamos mucho instruyéndolos sobre cáncer, si una vez que se diagnostica hay que decirles que tienen que viajar dos horas o más para realizarse el tratamiento, lo que evidentemente no pueden hacer.

Entonces, tiene que ser un plan integral, y creo que eso ha faltado en la mayoría de nuestros países. Han sido aislados los esfuerzos de desarrollos tecnológicos o científicos importantes en determinadas áreas, no hay un programa integral que cubra los países en general, y los esfuerzos seguirán siendo insuficientes mientras esto no cambie en América Latina y, en general, en los países con cáncer avanzado.

Por otra parte, la utilización de distintos radioisótopos también se ha convertido en un problema, porque el desarrollo de la tecnología es disperso. La Agencia Internacional de Energía Atómica ha apoyado a distintos países para promover esta especialidad, pero la mayoría de los centros se ubican en algunas grandes capitales, para dar los servicios de medicina nuclear con generadores de radioisótopos allí. En la mayoría de nuestros países estos isótopos se utilizan en las grandes ciudades, pero no en las pequeñas, por la dificultad que reviste su generación y su traslado.

¿Cómo han cambiado las regulaciones estatales?
Algunos gobiernos están dictando disposiciones reglamentarias, quizás hasta excesivas para la región. En general se requiere la licenciatura de los operadores y de los centros, y la supervisión del funcionamiento por organismos reguladores de cada país, a lo que se agrega el soporte de instituciones como la Agencia Internacional de Energía Atómica, que realiza la dosimetría de los equipos de distintos países, como un control de calidad externo importante adicional a la dosimetría local. En América Latina, vuelvo a decirlo, tenemos desde los centros más sofisticados hasta los primarios o nada.

En los centros muy primarios la dosimetría es hecha por grupos itinerantes eventuales, y por eso el control de calidad de la agencia da garantías a la población sobre su uso.

¿La accesibilidad de la población a los servicios de oncología y radioncología depende de la prestación que dan las entidades oficiales?
No necesariamente, el sector privado desempeña un papel muy importante. En América Latina casi 60% de los servicios son de iniciativa privada y 40% del gobierno, bien sea a través de la seguridad social o de los organismos dependientes de los ministerios de salud. Pero es más el sector privado el que moviliza los servicios, y otro aspecto es que quizás es el que brinda los servicios más sofisticados.

¿Hay ventajas o desventajas en la prestación de servicios de radioterapia entre instituciones públicas y privadas?
La ventaja de las instituciones públicas es que normalmente tienen una subvención del Estado y, por lo tanto, la accesibilidad de la población de menores recursos es mayor. Hay diversos sistemas de atención en los distintos países de América Latina. Varían desde los que cubren todo, y es el seguro social el que paga a los privados por los servicios de los pacientes, y otros donde los pacientes deben pagar su tratamiento a un establecimiento privado, lo cual los pone lejos del alcance de las mayorías.

La seguridad social debe ser universal; según mi concepto, en el mundo toda la población debe tener acceso a cuidados de calidad. Creo que la suma de instituciones públicas y privadas contribuye a incrementar la accesibilidad. No puedo dejar de mencionar que la sofisticación de los tratamientos va asociada a un mayor costo, y normalmente eso termina en manos de los que tienen alguna forma de aseguramiento privado o en uno estatal de calidad que permita cubrir los costos.

Hablando de costos, la industria fabricante de estos equipos ha cambiado la facilidad para adquirirlos. América Latina ha avanzado rápidamente en la adquisición de este tipo de tecnologías. ¿Qué opina al respecto?
Ha avanzado rápidamente, pero en sectores muy reducidos. A través de la ALATRO se han tenido conversaciones con la industria, para la elaboración de un paquete básico, que conste de un equipo de teleterapia, cobalto o acelerador lineal, acompañado de uno de braquiterapia, un sistema de planeamiento y mantenimiento, además de uno de simulación y la capacitación del personal. Se busca que todas las industrias colaboren ofreciendo precios preferenciales, para que dentro de este paquete sus equipos sean considerados. Creemos que así podremos acudir a una fuente de financiamiento externo, para llevar soluciones a los países y presentarlas ante los ministros de salud, para que sea viable el acceso de toda la población a esta tecnología tan importante. Los equipos convencionales han bajado de costo, han subido los modernos, lo cual es natural, pero creemos que hay un justo medio en el que se pueden obtener la mayoría de los beneficios. Esperamos, para nuestra reunión en junio en Cancún, tener mayor información.

¿Cuál ha sido el costo-beneficio para los pacientes con la radioterapia en los últimos años?
Lo que más costo-beneficio ofrece dentro de los tratamientos de cáncer es la radioterapia. La quimioterapia en principio coadyuva, pero no cura, excepto en algunos linfomas, leucemias y tumores como el coriocarcinoma. La radioterapia tiene un importante papel en el cáncer avanzado como paliativo, y un importante rol curativo en muchas de las enfermedades que vemos en América Latina, como son las de cuello uterino y de mama.

Cada día crece el número de personas que son curadas con las radiaciones y, por lo tanto, el costo-beneficio ha sido muy grande. Probablemente no se ha valorado el significado del costo por año de vida saludable perdido debido al cáncer, tampoco lo que los países gastan, por ejemplo, en quimioterapia. El director de uno de los importantes institutos de cáncer en la región dijo que con lo que se gastaba en su país en un año con quimioterapia se podría equipar a todo el país con radioterapia, con la diferencia de que esta no solo era paliativa, sino curativa en muchas instancias y los equipos servirán a la población por años con esa sola inversión inicial

La radioncología en América Latina es efectiva, pero subutilizada, y creo que con el manejo de los números, y cuando se valoren los costos-beneficios, se podrá justificar para que los gobiernos inviertan en las mil máquinas que faltan para brindar una atención razonable a la población latinoamericana.

¿Cómo ha aumentado la sobrevida de los pacientes a los cinco años?
Hace 50 ó 60 años lo grande era lo bonito, la cirugía tenía que ser grande; si existía un tumor en partes blandas, había que amputar; si había un tumor en la mama, había que hacer mastectomía, y esta pasó de la radical a la ultraradical; ante tumores uterinos había que hacer cirugías radicales. Hoy, con la asociación inteligente y adecuada de los distintos agentes contra el cáncer, se ha logrado la conservación. Cuando empecé mi formación, una lesión del ano implicaba una resección abdominoperineal, y hoy a nadie se le ocurre que ese sea el tratamiento cuando se puede tratar con una combinación de quimio y radioterapia, y mantener la función del ano, que es tan importante.

Ha cambiado totalmente el concepto, y el conocimiento de la enfermedad permite saber que se puede utilizar cirugía de conservación asociada a la radiación con quimioterapia cuando esté indicado, con el beneficio de cantidad y calidad de vida.

Actualmente en Estados Unidos, las cifras de curación, o por lo menos sobrevida de cinco años sin enfermedad, son del orden de 66%; en Inglaterra y Canadá son del 64%; en América Latina hay que mirar las estadísticas, porque los sectores poblacionales y el acceso que tienen a los servicios varían, pero las cifras globales son del 40% de curación, y grupos específicos alcanzan 66%, puesto que están interesados en el diagnóstico más temprano del cáncer, y el manejo por especialistas en medicina oncológica o radioncología, y esto da buenos resultados.

Hoy también están más informados los pacientes. ¿Esto ha afectado de alguna forma la terapia?
Lo que ha habido es un cambio de actitud. Hace 30 ó 40 años, y definitivamente 65 años, casi a nadie se le decía que tenía cáncer, esto era sinónimo de muerte y, por lo tanto, era una palabra fatalista y no aceptable.

Con el tiempo la gente lo iba aceptando, porque se hablaba más de tabaco y cáncer o estilos de vida y cáncer; ya se entiende más y se puede hablar del cáncer con los pacientes.

La siguiente etapa que se vivió era que no había que decirles a los pacientes que tenían cáncer, porque se iban a deprimir, pero ellos abandonaban los tratamientos, porque no entendían cómo se les daba algo que les molestaba si lo que tenían no era tan grave. Hoy los pacientes están informados de su diagnóstico, y para esto la informática ha ayudado bastante, porque ya no hay que decirles mucho, la mayoría llegan con conocimiento de su diagnóstico, de sus opciones terapéuticas, y preguntan por la tecnología que se va utilizar, cuál va a ser su estrategia, y en qué momento se va a combinar con la quimioterapia.

Hay una enorme diferencia, lo que hace que los resultados puedan mejorar. El equipo del cáncer tiene que incluir al paciente y a su familia. El paciente en tratamiento necesita de cuidados especiales, alimentación saludable, compañía e higiene, además de mucho apoyo familiar. Por esto, el equipo debe incluir al paciente, su familia y todo el personal involucrado.

Antes las compañías de seguros no cubrían los tratamientos de cáncer, hoy esto ha cambiado. ¿Cómo es esto?
Esta es la experiencia que vivimos en Perú. Hace 20 años estuve involucrado en la creación de la única compañía prepaga para la atención del cáncer, que se llama Oncosalud. Hoy no solo esta compañía tiene 300 000 afiliados, sino que las otras aseguradoras, que decían que el cáncer era una enfermedad catastrófica y no lo cubrían, se vieron obligadas a cubrirlo y, por lo tanto, hoy las personas que tienen cáncer y que poseen algún tipo de seguro están cubiertas al 100% para neoplasia, lo que no ocurre para otras patologías. Este cambio de actitud fue muy importante y ha crecido en América Latina; cada vez hay más compañías que cubren el cáncer totalmente.

La radioterapia era el patito feo en América Latina, porque los gobiernos no le dieron suficiente importancia y el equipamiento era insuficiente, pero estamos en el proceso de convencer a las autoridades, y por otro lado, hay grupos privados de inversión que han entendido que esto no es solo útil para la salud, sino que es un buen negocio. No necesariamente radioncólogos están montando servicios de radioterapia y dando trabajo a los especialistas en esos centros, que acercarán la especialidad a la población.

¿Cuál es, para usted, el futuro de la radioterapia?
Creo que se deben visualizar dos aspectos: uno en el acercamiento a la población con aumento en la oferta de servicios, la primera gran necesidad; segundo, cada día es más simple la forma de aplicar tecnología sofisticada, y si bien el equipamiento para lograrlo es costoso, con su difusión los costos serán asequibles en la región, y en un plazo no muy grande, quizá 15 años, en América Latina podremos dar radioterapia en todos los lugares que lo requieran y con centros de excelencia, donde la sofisticación esté al alcance de las mayorías.

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