Los procesos de evaluación como soporte de responsabilidad social al incorporar tecnología médica

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La responsabilidad social que implica la tecnologí­a es amplia y debe ser considerada desde las etapas tempranas de incorporación, tanto en la región como en niveles institucionales. La responsabilidad de un proyecto de tecnologí­a médica en la sociedad va más allá del ciclo de vida de los dispositivos en sí­, por lo tanto vale la pena analizar muy bien sus posibles repercusiones y de esta forma tomar acción.

Describo a continuación diferentes procesos de evaluación que se espera contribuyan de manera favorable a tomar acciones socialmente responsables durante las primeras etapas de un proyecto de incorporación tecnológica.

Evaluación de la tecnologí­a: La primera etapa del proceso de incorporación es la evaluación tecnológica, en ella se necesita del trabajo de expertos en diversas disciplinas para sintetizar información relativa a las cuestiones médicas, sociales, económicas y éticas relacionadas con el uso de la tecnologí­a sanitaria de manera sistemática, transparente, imparcial y robusta (Organización Mundial de la Salud, 2012).

Esta evaluación debe contener un análisis de información objetiva acerca de la efectividad y del costo-efectividad de la tecnologí­a, cómo y qué tan frecuente será utilizada la tecnologí­a en la institución, qué cantidad de instituciones de salud ya cuentan con esta tecnologí­a, qué impacto tendrá en las operaciones de la institución, el valor total de la adquisición, entrenamiento, servicio y soporte técnico, seguridad, ¿otra tecnologí­a puede suministrar niveles de cuidados comparables o superiores a los que ofrece la tecnologí­a que se desea adquirir?, entre otros, son aspectos que se deben tener en cuenta a la hora de iniciar un proceso de adquisición de una tecnologí­a (Atles, CCE, & CBET, 2008).

Evaluación de necesidades: Este proceso consiste en transformar los requisitos de prestaciones sanitarias en requerimientos de futuras adquisiciones. En primer lugar, es indispensable entender la diferencia entre necesidades y deseos debido a que muchas instituciones quieren la tecnologí­a más sofisticada, pero no saben si necesitan alta tecnologí­a o si serán capaces de cubrir los gastos que requiere esta tecnologí­a una vez instalada.

Un acercamiento más sistemático a esta evaluación de las necesidades permite cambiar las preguntas ¿qué tipo y cantidad de equipos quiere la institución? por ¿cuál enfermedad o condición quiere abordar como centro de salud? y ¿qué se necesita para atender estas nuevas necesidades?

En el momento de definir qué tecnologí­a suple esta necesidad, se debe tener en cuenta principalmente los aspectos de seguridad y efectividad en relación al paciente, y ampliar el alcance de la evaluación al usuario, la población y el ambiente.

La evaluación de las necesidades debe dividirse en:

  • Evaluación de necesidades externas: en la que se evalúen tecnologí­as nuevas y emergentes que se encuentren en el mercado para identificar futuras adquisiciones. Estas necesidades externas se refieren también a las necesidades que presenta la población en general. Para esto se deben buscar datos demográficos y epidemiológicos, y a partir de estos se elabora una lista de equipos o suministros derivados de las necesidades encontradas en materia de salud. Luego, estos requisitos de prestación de asistencia sanitaria se convertirán nuevamente en requisitos de futuras adquisiciones; todo esto, basándose en los servicios de salud que se desean prestar.
  • Evaluación de las necesidades internas: en primer lugar, se debe realizar un inventario de los equipos para identificar cuáles son las tecnologí­as existentes en la institución, cuáles se podrí­an cambiar, cómo se realizarí­a este cambio y qué costo tendrí­a; así­ se podrí­a definir lo que se adquirirá a corto y mediano plazo. También es importante identificar el estado de los equipos existentes, para realizar esta evaluación técnica se tienen en cuenta aspectos como la edad efectiva del equipo, el grado de obsolescencia, entre otros.
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    Evaluación de seguridad: es importante no olvidar los peligros y el historial de recalls asociados a un equipo antes de tomar una decisión respecto a una compra. Una recall es una comunicación de un fabricante informando a los clientes acerca de correcciones que se deben realizar, arreglos, la necesidad de remover algún elemento, retirar el equipo del servicio, instalar algún elemento necesario o algún otro tipo de problema serio.

    Para la evaluación de la seguridad, se debe obtener información acerca de recalls de todos los paí­ses donde se encuentre la tecnologí­a. No importa qué tan cuidadosamente se diseñe y construya un equipo, siempre está la posibilidad de que los problemas sean detectados meses o incluso años después del lanzamiento del producto al mercado. Estas alertas ayudan a los usuarios o dueños a modificar o poner fuera de uso al producto, y a establecer si es adecuada la forma en que los fabricantes gestionan los riesgos de sus productos.

    Esta evaluación puede tener dos enfoques: el primero, solo tiene en cuenta el riesgo inminente de un dispositivo, es decir, según su complejidad y forma de uso, la probabilidad de falla por su uso; el segundo, es con la probabilidad que nace de experiencias del pasado, recolectada por medio de búsqueda de información en bases de datos, agencias o instituciones como la FDA, ANVISA, INVIMA, entre otros organismos de evaluación y certificación. Con esta evaluación se concluirá si los reportes encontrados fueron situaciones puntuales que no afectan la calidad del equipo, si el dispositivo tiene una larga historia de reportes y debe ser evitado o si los riesgos asociados son inherentes a cierto tipo de tecnologí­a.

    Evaluación de beneficios: es importante evaluar los posibles beneficios, directos e indirectos, que el equipo en consideración pueda traer a la institución. Ejemplos tí­picos de beneficios son la reducción de muertes o enfermedades, ganancia en expectativa o calidad de vida, incremento en la efectividad, productividad (reducción de los tiempos de procedimiento) o confiabilidad.

    Durante la evaluación no deben ser ignorados los beneficios indirectos, los cuales pueden ayudar a tomar la decisión final de adquirir o no un equipo. Algunos beneficios indirectos pueden ser el aumento de la productividad del usuario debido a la satisfacción que siente de trabajar con nueva tecnologí­a o con una mejor interfaz de usuario (factor psicológico), ingresos adicionales a otros procedimientos en consecuencia de esta nueva tecnologí­a, cobertura más amplia y mejor acceso. Dependiendo de la relevancia, también valdrí­a la pena analizar beneficios de marketing y competitividad, como por ejemplo contratar médicos y cirujanos reconocidos, competitividad en el mercado o mayores tasas de ganancias.

    Evaluación financiera: los beneficios financieros, asociados a la adquisición de nuevas tecnologí­as o al reemplazo de viejas tecnologí­as, normalmente, se ven reflejados en el incremento de ingresos (por el aumento de la productividad o de las tasas de ganancia, etc.) y en la posibilidad de cobrar más a sus pacientes y disminuir los gastos (debido a costos de mantenimiento reducidos, menor probabilidad de riesgos, menor tiempo de estancia del paciente, reducciones con respecto a otras instituciones, etc.).

    Evaluación ética y social: con esta se pretende establecer el impacto que tendrí­a para la sociedad la adquisición de la tecnologí­a y su uso, y si se deben contemplar aspectos éticos que puedan influenciar la decisión de incorporar o no la nueva tecnologí­a.

    Se estudian las disposiciones legales que afectan la adquisición y la accesibilidad a la tecnologí­a como el cumplimiento de los derechos humanos, la integridad y dignidad humana, los posibles conflictos con convicciones religiosas y culturales, la estigmatización y la discriminación. Dentro de la evaluación ética de la tecnologí­a también se debe considerar si en el instante de realizar un procedimiento se necesita la firma del consentimiento informado del paciente para situaciones especiales.

    La responsabilidad social con la tecnologí­a biomédica es amplia y requiere que sea pensada desde el inicio de los proyectos, esto le permitirá a los tomadores de decisión generar programas y planes adecuados para sus instituciones.

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