Registros Médicos Electrónicos: ¿fantasía o realidad en América Latina?

Registros Médicos Electrónicos: ¿fantasía o realidad en América Latina?

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Referirse a Latinoamérica como un todo es imposible, y más si se trata de evaluar la adopción de Registros Médicos Electrónicos. A la diversidad de estadísticas se suma la falta de información en varios frentes.

El director de una prestigiosa clínica recorre las instalaciones de su establecimiento médico en canoa. Esta fue la imagen que en abril del 2013 transmitieron todos los canales de televisión argentinos, cuando el doctor Alberto Cormillot se lanzó al agua para rescatar algunas de las 80 mil historias clínicas que quedaron sumergidas como producto de una inundación que afectó varias zonas de Buenos Aires.

Cincuenta y un años de registros y expedientes, considerados como la base documental de obesidad y de problemas derivados más grande a nivel global, se perdieron, ya que sobre ellos no existía ningún respaldo digital. Lo mismo sucedió en el 2008 en el hospital español Miguel Servet, donde más de dos mil historias médicas naufragaron luego de una fuga de agua.

En el caso argentino, algo se pudo salvar. A los pocos meses de ocurrida la inundación, la compañía Lakaut, especializada en gestión documental, anunció su apoyo para digitalizar cerca de 35 mil registros médicos recuperados y reiteró “la importancia de obtener un resguardo seguro para la documentación de cada paciente”.

Los Registros Médicos Electrónicos (RME) llegaron a solucionar, hace varios años, todos los problemas que afectan a las historias en papel. Actualmente, y luego de antecedentes como los mencionados, la discusión sobre sus beneficios versus sus “contraindicaciones” parece haberse superado y ahora la cuestión está en cómo implementarlos.

Entre sus ventajas más contundentes se citan: identificación precisa de los pacientes y confidencialidad de sus datos personales; integración con otros sistemas administrativos; disminución de tiempos en tareas administrativas y en el consumo de recursos físicos; mejoramiento de la seguridad jurídica del profesional de la salud; incremento de la calidad y eficiencia del proceso asistencial y de la toma de decisiones; posibilidad de acceder a indicadores de salud en tiempo real, y reducción de errores asociados a la ilegibilidad de la letra [1].

Mientras en Estados Unidos y Europa ya existen estudios sobre los niveles de adopción de los RME, América Latina acelera la marcha para que sus profesionales de la salud, instituciones médicas y gobiernos hagan de ellos una realidad, aunque para ello todavía queden varias barreras administrativas, tecnológicas, legislativas, educativas y económicas por superar.

De acuerdo con el documento ‘Conversaciones sobre eSalud’, de la Organización Panamericana de la Salud [2], en los países latinoamericanos no existe información certera sobre el nivel de utilización de los RME, aunque sí se han identificado experiencias exitosas aisladas que dan cuenta del interés de las instituciones públicas y privadas por contar con información oportuna y clara que permita mejorar la toma de decisiones.

Conscientes de esta falta de información y de la necesidad de compartir conocimientos sobre el tema, un grupo de 200 profesionales pertenecientes a la Red Latinoamericana y del Caribe para el Fortalecimiento de los Sistemas de Información de Salud (RELACSIS) discute desde hace tiempo sobre la situación de los RME en América Latina y el Caribe.

Además de promover el uso de los registros electrónicos en los establecimientos médicos, los miembros de RELACSIS indican que en la región es prioritario: estimular la formación del recurso humano en el manejo de estos sistemas; planificar la adopción de RME de manera que todos los involucrados realicen el proceso de migración de manera efectiva, y contar con un marco regulatorio que facilite o estimule su adopción [3].

Estas recomendaciones apuntan a que la adopción de RME debe ser parte del ADN de los Sistemas Nacionales de Salud Latinoamericanos (como ya sucede en algunos países) y estar respaldada por un equipo médico, técnico y administrativo con capacidad de adaptación frente a los cambios que implica.

Y es que este punto es para muchos la principal barrera que hay que superar. RELACSIS señala que los gobiernos de la región deben familiarizarse con los beneficios de los RME y cómo estos pueden impactar de forma positiva otras prioridades de sus países al convertirse en “instrumentos para la equidad, para mejorar el acceso a la salud y la distribución de recursos” [4].

Adicionalmente, no existe en la región un avance significativo en materia de regulación o legislación. Colombia, Perú, Uruguay, México y Chile han incluido el desarrollo de la eSalud y la implementación de las nuevas tecnologías de la información y las comunicaciones en el entorno sanitario; pero, en la mayoría de los casos, la adopción de RME se ha dado más por voluntades institucionales que por la efectividad de las políticas de gobierno.

De acuerdo con un estudio adelantado por la firma de tecnología médica Lolimsa [5], en 2014, Colombia es el país que lidera la lista en la región, con un 24% de la información sobre sus pacientes almacenada en historias clínicas virtuales, un 40% en otros medios electrónicos diferentes a la historia clínica (sistemas de laboratorio, imagenología y ayudas al diagnóstico, etc.) y el 36% está en papel. Chile es el segundo en la lista, al haber digitalizado el 22% de las historias clínicas, el 24% lo tiene almacenado en otros medios electrónicos no integrados, mientras que el 54% aún permanece en papel.

En este escenario, la necesidad de contar con un sistema de regulación regional, o al menos de monitorización en cuanto a la adopción de sistemas de RME, se torna más latente. Por ello los profesionales de RELACSIS han resaltado el papel que instituciones, como la Organización Panamericana de la Salud, podrían tener como promotor de políticas y estímulos para la adopción de RME en América Latina.

El desafío tecnológico

En el mercado existen diversas soluciones comerciales, de código abierto o desarrollos propios para los RME, en la nube o de escritorio, y cada quien escoge la que más se adapte a sus necesidades y capacidad financiera. La mayoría de ellos cumplen con los estándares establecidos por la Ley de Seguro de Salud de Portabilidad y Responsabilidad (HIPAA, por sus siglas en inglés), que sirve de referencia en algunos países de la región para asegurar la privacidad y seguridad de los datos personales contenidos en los registros médicos electrónicos.

El problema, según RELACSIS, está en que hay carencia de registro sobre cada una de las opciones en el mercado y esto dificulta “a los tomadores de decisiones contar con un espacio dónde encontrar información”.

A esto hay que sumarle que, como todo en tecnología, nada está inventado al 100%. Algunos de estos sistemas no ofrecen la posibilidad de diferenciar los registros de acuerdo con las distintas especialidades o servicios sanitarios y otros son tan complicados y llenos de códigos que los profesionales de salud gastan más tiempo de la consulta interactuando con el computador que con el paciente.

De esto advierte el artículo ‘Relación médico paciente y la eSalud’[6] al indicar que aunque son incuestionables los logros de la eSalud y las tecnologías de la información y las comunicaciones en las ciencias médicas, este desarrollo debe ser controlado para no “convertir la relación médico-paciente en una deshumanizada relación paciente-aparato”.

Entidades como la Asociación Médica Americana [7] (AMA) también han hecho un llamado para que los proveedores de software para RME revisen el diseño de los mismos con miras a mejorar su uso. La alerta fue lanzada luego de que un estudio realizado en conjunto con Rand Corp. confirmó el descontento de los médicos con los distintos sistemas de RME existentes y que otra encuesta, adelantada por International Data Corporation, revelara que el 58% de los médicos consultados no están satisfechos con la tecnología que utilizan en RME.

Ante esta situación, la AMA estableció algunas prioridades que deben tener en cuenta los proveedores de estos servicios para mejorar el uso de los sistemas RME, entre ellos, mejorar la capacidad de los médicos para prestar atención médica de alta calidad; promover la coordinación de los distintos servicios de cuidados; ofrecer modularidad y posibilidades de configuración del producto; reducir la carga de trabajo cognitivo; facilitar la interacción con los pacientes en medios digitales y móviles, y agilizar la participación de los usuarios en el diseño de producto y la retroalimentación posimplementación.

Pero, más allá de eso, la AMA advirtió que los estímulos gubernamentales que solicitan algunos profesionales de la salud en América Latina para impulsar la adopción generalizada de RME son los mismos que, en el caso norteamericano, han causado algunas veces los mayores problemas de uso y exhortó al gobierno a “abandonar el enfoque de todo o nada para cumplir las normas de uso significativo” de este tipo de sistemas.

Así las cosas, mientras en Estados Unidos, asociaciones como la AMA demandan por que los criterios de certificación federales para RME permitan que los vendedores de estos sistemas se enfoquen más en las necesidades clínicas de sus clientes médicos, en América Latina los profesionales de la salud claman por que existan tan siquiera entes de certificación competentes sobre el software utilizado.

Frente a esta diversidad de retos, RELACSIS recomienda que los profesionales encargados de la implementación de estos sistemas revisen los documentos generados por organizaciones internacionales que trabajan en la estandarización del contenido del RME, como, por ejemplo, el reporte técnico ISOTR20514 [8], publicado por la International Organization for Standardization (ISO), elaborado con el fin de establecer una serie de categorías de, y definiciones para RME.

Recurso humano

“Los fracasos y las dificultades (n/a: en la implementación de RME) pueden deberse a que se disponga de recursos insuficientes, a la inadecuación del sistema al trabajo de los profesionales y al factor humano”[9].

A esta conclusión llegaron hace más de diez años los profesionales afiliados a la Sociedad Española de Informática de la Salud (SEIS) y hoy parece no haber cambiado. Desde encargados de la toma de decisiones de compra que desestiman el valor agregado que los sistemas RME pueden traer a los flujos de trabajo, hasta médicos reacios a abandonar el papel y el lápiz, son algunos de los escenarios que se ven actualmente en las instituciones sanitarias.

De acuerdo con una encuesta sobre RME, publicada por el portal informativo norteamericano Medscape [10] en 2014, del total de entrevistados, 40% no usan actualmente ninguno de estos sistemas, porque interfieren la relación médico-paciente; 37% no lo hacen, pues no pueden pagar su costo; 32% estiman que los incentivos y penalidades no valen la pena; 29% consideran que esta aplicación hace de la medicina algo muy mecánico; 22% opinan que va en detrimento de la privacidad del paciente; 16% conceptúan que son muy complicados de usar por parte del médico y su equipo, y 32% relacionaron otras razones.

Al respecto, los participantes en los foros de RELACSIS han planteado la importancia de contar con profesionales formados en el uso de RME, no solo en el área médica o de atención al paciente, sino en otras que lideran o están involucradas con la implementación de estos registros.

Artículo proveniente de la revista impresa Abril-Mayo con el código: EH0415RME

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