Algunos pacientes con insuficiencia renal no experimentan ningún síntoma o tan solo síntomas suaves. Otros desarrollan hipertensión arterial severa (hipertensión renovascular), función renal pobre o falla renal que requiere diálisis [1, 2].
Normalmente, los riñones regulan los fluidos corporales y la presión arterial, así como la química sanguínea, y remueven los desechos orgánicos. Cuando hay estenosis de las arterias renales se interrumpe la función apropiada del riñón y hay aumento de la tensión arterial, el cual es difícil de controlar con medicación. La enfermedad renovascular puede conducir a nefropatía isquémica, una causa cada vez más reconocida de enfermedad renal terminal [3].
Las causas más comunes de estenosis de la arteria renal son la enfermedad aterosclerótica y la displasia fibromuscular. La estenosis de la arteria renal también es una causa importante de insuficiencia renal crónica; cuando es causada por aterosclerosis, progresa con estrechamiento de la luz, que puede comprometer el flujo del riñón y la función y estructura renal. Su diagnóstico puede también significar pronóstico de enfermedad renal progresiva [1- 3].
La hipertensión renovascular se define como la tensión arterial alta (mayor a 140/80 mm Hg), causada por enfermedad de la arteria renal. Es la causa más común de hipertensión secundaria y responsable de cerca de 1 a 2% de los casos de elevaciones en la presión arterial de leve a moderada [1, 2]. Constituye una de las pocas causas identificables y tratables de tensión arterial alta, una condición que si no se trata puede conducir a ataque cardíaco, accidente cerebrovascular o falla renal. Sin embargo, la incidencia de este desorden se eleva marcadamente en pacientes con hipertensión aguda, severa o refractaria [1, 2].
La estenosis de la arteria renal y la hipertensión renovascular son consideraciones importantes en pacientes con hipertensión difícil de controlar. Se debe sospechar estenosis de la arteria renal ante:
- hipertensión arterial significativamente alta en jóvenes;
- hipertensión estable que de manera repentina empeora;
- tensión alta asociada a función renal deteriorada;
- alta tensión en un individuo con aneurisma aórtico abdominal o una enfermedad coronaria, de la carótida o de las arterias de los miembros inferiores [1, 2].
La enfermedad renovascular es una causa infrecuente pero importante de la hipertensión en la población pediátrica. Se diagnostica generalmente después de un largo tiempo, porque la presión arterial no se mide de rutina en los niños, y los altos valores se perciben en general como inexactos [3].
Diagnóstico
Se hace por lo general con ultrasonido y otras pruebas no invasivas, que incluyen angiografía tomográfica o por resonancia. La angiografía selectiva de ambas arterias renales, y si procede, de la aorta, sus ramas y la circulación esplénica, es el patrón oro para el diagnóstico de enfermedad renal vascular. Además de tener alta sensibilidad y especificidad, permite que los médicos planeen una estrategia, ya que proporciona información exacta sobre la anatomía vascular del paciente. Si se descubre una arteria renal seriamente bloqueada durante un angiograma, el tratamiento para abrirla se puede realizar durante el mismo procedimiento [1-3].
Tratamiento
Incluye el control agresivo de la hipertensión, ocupándose de los factores de riesgo, y angioplastia renal transluminal percutánea o cirugía cardiaca asociada en circunstancias específicas, reconstrucción vascular in situ o trasplante renal. Estos procedimientos tienen como objetivo normalizar el flujo de la sangre a los riñones afectados con la menor morbimortalidad posible [1-3].
Al igual que en la población adulta, el papel del trasplante en el tratamiento de la hipertensión renovascular pediátrica sigue siendo polémico, especialmente en el caso de los pacientes que presentan patología vascular renal compleja o en quienes los medicamentos antihipertensivos son ineficaces o tienen un riesgo potencial de insuficiencia renal aguda [3].