Adenoidectomía: el paso de frío a caliente

Adenoidectomía: el paso de frío a caliente

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En la práctica y en la literatura médica, la adenoidectomía se asocia con otros procedimientos quirúrgicos, como amigdalectomía o colocación de tubos de timpanostomía, y en muchos casos se agrupa con la extirpación de las amigdalas. De hecho, las dos operaciones se realizaban rutinariamente en conjunto al inicio de los años 1900, cuando se consideraba que las amígdalas y las adenoides eran reservorio para infecciones que, a su vez, producían diferentes tipos de enfermedades. Entre los años 30 y 40, la realización de amigdalectomía y adenoidectomía (AA) fue controvertida, por el surgimiento de nuevos antimicrobianos, la disminución de las infecciones respiratorias altas en los niños de edad escolar, su inefectividad, reportada en algunos estudios, y el aumento en el riesgo de poliomielitis después del procedimiento, antes que apareciera la vacuna [1]. Estudios realizados en las últimas dos décadas han demostrado que existen indicaciones apropiadas para cada una de ellas.

Las adenoides están localizadas en la pared posterior de la nasofaringe y hacen parte de la banda circular de tejido linfoide–faríngeo llamada anillo de Waldeyer, a la cual también pertenecen las amígdalas palatinas y las linguales. Su superficie se diferencia de las amígdalas en los pliegues y las pocas criptas. Puesto que ambas estructuras están ricamente vascularizadas, la hemorragia es la principal complicación cuando se extirpan (1 a 7%) [1, 5]. Aunque la composición tisular de las adenoides es semejante a la de las amígdalas, las enfermedades asociadas con la infección de cada una difieren notablemente [1].

La hipertrofia de las adenoides se produce por infección de su tejido o por la de las estructuras paranasales [2]; ocasiona obstrucción nasal, con retención de secreciones y dificultad respiratoria, y además facilita nuevas infecciones. La hipertrofia intensa puede provocar la obstrucción grave de la vía nasal e impedir el patrón respiratorio normal en los niños, y hasta produce apneas nocturnas. Es decir, la hipertrofia de las adenoides puede contribuir a sinusitis recurrente, a otitis crónica persistente y al síndrome de apnea obstructiva del sueño [1]. Su diagnóstico se hace por medio del examen directo o por imágenes obtenidas mediante radiografía lateral de la faringe, endoscopia, videofluoroscopia, tomografía computarizada o resonancia magnética. Los dos primeros tienen baja sensibilidad, en comparación con la endoscopia, pero esta última requiere la colaboración del paciente, lo cual es difícil en niños [2]. La videofluoroscopia tiene una confiabilidad comparable con la endoscopia, y no requiere la colaboración del paciente [3]. Aunque la tomografía es sensible, produce exposición a altas dosis de radiación, por lo que es preferible la resonancia [2].

No se han establecido criterios quirúrgicos para la realización de la adenoidectomía, e inclusive las revisiones del tema difieren en cuanto a sus indicaciones; por ello, el médico debe realizar un juicio individual, tomando en cuenta las recomendaciones con bases científicas y las experiencias de los grupos de trabajo. Una indicación absoluta es la obstrucción persistente de la vía aérea, que coexiste con síndrome severo de apnea obstructiva del sueño [2]. Dentro de las indicaciones relativas está la obstrucción crónica nasal con sinusitis o rinorrea recurrente, otitis media recurrente, anormalidades del lenguaje o la deglución, y la sospecha de neoplasia [4], a pesar de que no es clara la relación entre la hipertrofia adenoidea y los problemas rinosinusales o del oído medio [2]. El subcomité de otitis media con efusión, formado por miembros de la Academia Americana de Médicos de Familia, la Academia Americana de Pediatras y la Academia Americana de Otorrinolaringólogos, recomienda que en los niños con problemas crónicos o recidivantes en el oído medio, en los que se plantea la realización de cirugía, el procedimiento ideal es la colocación de drenajes transtimpánicos al inicio; no realizar adenoidectomía inicialmente, a no ser que coexista una indicación diferente para ello, como obstrucción nasal crónica, síndrome de apnea obstructiva del sueño, etc.; y si el niño necesita una segunda cirugía, por otitis seromucosa, practicar adenoidectomía más miringotomía (con inserción de drenaje transtimpánico o sin ella), ya que disminuye a la mitad la necesidad de futuras intervenciones.

La adenoidectomía se realiza usualmente en niños, y la AA es uno de los procedimientos quirúrgicos más frecuentes en otorrinolaringología [1]. En la actualidad estos procedimientos se realizan de manera ambulatoria, a menos que otros problemas médicos ameriten la hospitalización.

Existen varios métodos para realizar la adenoidectomía individualmente o en conjunto con la amigdalectomía. La escisión se realiza con mayor frecuencia por la boca, que por la nariz. Las discusiones acerca de las técnicas quirúrgicas frías o calientes se centran en el dolor, el retorno a la dieta normal, la hemorragia peri y postoperatoria, y el tiempo que dura el procedimiento.

Para las técnicas quirúrgicas frías se practica la disección con instrumentos de acero (tijeras, bisturís o curetas) y se usan ligaduras para la hemostasis. Para la adenoidectomía se utiliza un dispositivo con una recámara, que se coloca encima de las adenoides; la recámara se cierra y una cuchilla remueve las adenoides. Igualmente, están disponibles los fórceps de Magill, para retirar tejido adenoidal residual después de usar la cureta y el moquete [1].

En las técnicas calientes se corta y coagula el tejido con energía térmica, en un esfuerzo por reducir el tiempo de operación y el sangrado intraoperatorio. En la adenoidectomía se utiliza una sonda con centro vació, para succionar sangre o secreciones, y un borde de metal para el electrocauterio (coagulación o corte más coagulación) [1].

En la diatermia, la corriente eléctrica de un generador de radiofrecuencia pasa a través del tejido, entre dos electrodos; el calor generado (400 a 600 °C) corta el tejido y a la vez sella los vasos sanguíneos. La diatermia puede ser monopolar o bipolar; en la primera, la corriente pasa del instrumento quirúrgico, a través del paciente, a un electrodo colocado en la pierna, mientras que en la bipolar, la corriente pasa a través del tejido, entre dos electrodos localizados en las puntas de un fórceps o una tijera [5].

La coblación es una variación de la electrocirugía bipolar, que genera temperaturas más bajas (40 a 70 °C), con el propósito de minimizar el daño al tejido circundante por el calor. En la sonda de coblación los electrodos se bañan en una solución salina, que fluye continuamente a través de una funda irrigadora; la energía de radiofrecuencia ioniza la solución, para formar una capa plasmática de iones de sodio. El calor generado por estos iones corta el tejido y sella los vasos [5].

La soldadura térmica utiliza la aplicación simultánea de calor y presión para cortar y coagular, sin paso de corriente eléctrica a través del tejido. En la punta del fórceps, una corriente eléctrica de bajo voltaje activa un elemento productor de calor. El tejido que se agarra con el fórceps se vaporiza, mientras los vasos son sellados por una combinación de calor y presión de abrazadera [5].

El bisturí armónico utiliza ultrasonido para cortar y coagular el tejido a bajas temperaturas. En lugar de corriente eléctrica, el bisturí armónico crea energía mecánica, con una cuchilla que vibra a 55,5 kHz (55 000 ciclos por segundo); el calor generado en el tejido por el movimiento de la cuchilla coagula los vasos [4, 5]. Los rayos láser de dióxido de carbono, fosfato de titanil potasio y de diodo de contacto también se utilizan para AA; en este caso, la energía es suministrada a través de una fibra óptica flexible, que se usa como bisturí para disección del tejido y la coagulación de los vasos [5].

Más recientemente se desarrolló una tecnología que utiliza un microdebridadora 1500 revoluciones por minuto para remover el tejido (PITA), con una reducción de las complicaciones en un 47%, especialmente en hemorragia postoperatoria [6]. Al contrario del procedimiento estándar, la técnica con el microdebridador no involucra retirar la cápsula de las amígdalas, factor que puede estar implicado en la reducción de la hemorragia, pero a su vez puede ocurrir nuevo crecimiento del tejido, por los remanentes que quedan en la cápsula.

Aunque la electrocirugía disminuye el tiempo quirúrgico y mejora la hemostasis, al compararla con la disección fría, las tasas de hemorragia postoperatoria no son menores y sí aumenta el dolor [7]. Sin embargo, es la técnica más comúnmente utilizada para la AA [4]. El procedimiento de coblación ha reclamado ventajas, como la eliminación de dolor y el retorno a la dieta normal en menor tiempo, y ahora se utiliza como la técnica de elección para la disección capsular, en lugar del electrocauterio [4]. Una revisión de Cochrane concluyó que no hay evidencia adecuada para determinar si la coblación realmente es superior a otras técnicas [8]. Además, no hay estudios comparativos entre la coblación y la PITA, pero parece ser que esta última tiene ventajas sobre la electrodisección. El gobierno australiano recientemente negó la aprobación de la PITA, por falta de evidencia, el incremento de los costos y el riesgo de nuevo crecimiento del tejido [9].

A la luz de estos resultados, la técnica que se debe utilizar queda a discreción del médico y está sujeta a la disponibilidad de los equipos. Lo único seguro es que ahora la técnica es caliente.

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